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lunes, 28 de febrero de 2011

Una noche oscura...

Era una noche solitaria, fría y espesa. Todo era como lento, o me lo aparecía a mí; el tráfico, el tiempo en el que los semáforos se ponían en verde... quizás simplemente estaba nervioso. Ya no quedaba rastro del partido que se había jugado esta noche cuando pasé por al lado del estadio, sólo algún resto de suciedad. Y la niebla hacia todo un poco más tenebroso y oscuro.
El garito estaba en una zona donde no se encontraban otros bares, ni siquiera se veía actividad más allá de la entrada del local; un portero debajo de un foco que iluminaba media calle, más que todas las farolas juntas. Parecía un león enjaulado: no paraba de recorrer el metro cuadrado correspondiente de la puerta hacia fuera, o si no, se sentaba en la banqueta negra que hacia juego con su traje y sus zapatos, ni siquiera llevaba abrigo, a pesar de la temperatura, y llevaba despejada la cabeza, rapada. No tenía ni barba. También es verdad que pesaría unos 130 kilos, por lo que la grasa que le recubría los músculos le calentaría, pero mirarle te producía frío, además de acongoje.
Tras este pensamiento, decidí que si me tenía que cagar lo hiciese fuera de mi coche, así que abrí la puerta de éste y comencé a andar hacia el garito. Tras mirarme de arriba abajo y mal, me dejó cruzar el umbral que custodiaba con una sonrisa que incluso se podría catalogar como sincera. Dentro, exceptuando la luz, era como si hubiese llegado al polo opuesto; calor insoportable, música (si se la puede definir así, ya que a mí me parecía poco más que ruido repetitivo) atronadora y repleta de gente moviéndose a la vez aprovechando perefctamente el poco espacio que había libre. Cinco minutos me costó llegar a la barra para pedirme algo. Decidí pedirme una fanta naranja. Después de preguntarme un par de veces que si sola con cara de extrañada, la camarera se dio la vuelta buscando el refresco. De repente, me viene una frase de una canción; "los chicos se la dan de chulos y las chicas de bordes", que describía perfectamente la escena que estábamos representando los dos, sobre todo ella, aunque supongo que con lo buena que estaba y el modelito que llevaba podía representar el papel de borde todo lo que quisiera, no creo que nadie se lo recriminaría.
Le doy un sorbo y me giro en dirección a la pista. Enseguida le veo en un grupo de cinco personas, tres de ellas chicas, todas muy monas, muy guapas, y como él, muy pijas. La verdad es que de momento me quedo con la camarera. Tengo dos opciones, esperar a que le entren ganas de mear, cagar, peinarse o meterse una raya y le dé por ir al baño, o a que chapen el garito y "acompañarle" a su casa. Esperaré a ver qué ocurre primero.