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domingo, 10 de agosto de 2014

Insomnio sonoro

Siempre lo mismo. Te pasas gran parte del día con sueño, cansado. Te dices, voy a acostarme pronto, pero justo cuando lo vas a hacer, aparece en tu cabeza, cualquier estímulo que recibes te recuerda a ella, y no te puedes dormir, sabes que hasta que tu mente (porque el cuerpo puede estar como sea, no tiene ni voz ni voto en esto) no pueda más no lo vas a hacer, y no pierdes el tiempo metiéndote en la cama para dar vueltas sin parar, has aprendido a que vas a dormir peor, a que apenas vas a descansar, y lo vas a hacer mal, al día siguiente, te levantas fatal, no puedes con tu alma y estarás de mala leche todo el día.
Tengo el maldito defecto a enlazar todo, por eso la música me causa tanto daño, tanto alivio. Tanto. Con una palabra, una nota, me viene un torrente de sensaciones, pensamientos y emociones que no puedo controlar, ni sentir, ni conocer y captar, aunque sí me llegan, me dañan o me sanan.
De momento no me puedo olvidar de ella. Sé que cada vez lo tengo más cerca, lo de olvidarla, y a ella más lejos, pero todavía la siento, así que habrá que seguir avanzando hasta que ya no sea nada, una persona más a mi alrededor. De momento, a seguir las noches en vela, por lo menos una parte.

jueves, 7 de agosto de 2014

Encantada de liberarle

'Encantada de conocerle' le dijo, y sólo pudo tocar su mano y despedirse de su espalda, mientras le perseguía con la mirada hasta que desapareció en el interior del comedor y, tras él, se cerró la puerta. 
Le habían encargado recibir a los invitados a la recepción del embajador. Casi todos eran de cierta edad: hombres adinerados que ya tenían suficiente dinero y contactos en las esferas para no tener que esmerarse en la vida, especialmente con personas a las que veían destinados a cumplir sus deseos o mejorar su estancia. Su compañía se limitaba a otros hombres iguales a ellos, o mujeres de su misma edad polioperadas. Casi ninguno venía acompañado de mujeres jóvenes, era una reunión demasiado formal para traerse a la amante o a una escort. Estaban obligados a mantener la compostura social.
Entró acompañado de dos hombres de mediana edad, uno con barriga y pelo blanco, que en algún momento pudo ser atractivo, poco más. Él otro tenía el pelo gris, delgado, rasgos afilados, sin usar su pasta todavía podría encandilar a alguna jovencita. Incluso a ella. Su atractivo no sólo era físico, se podía apreciar en la mirada, en su seriedad. En cambio, el treintañero rubio, pelo casi a media melena, fuerte y alto era irresistible. Con una sonrisa encantadora, que siempre estaba colgando de sus labios, escondía la mentira de sus ojos tapados por su flequillo. El contacto con su mano cálida lo sintió como un atrevimiento, como si la hubieran metido mano en una discoteca, nada más presentarse, pero no pudo evitar que le gustase. 
No lo volvió a ver hasta que pasaron cinco años, cuando el hombre del pelo blanco, ya con una tripa inmensa, claramente un estómago agradecido, le precedía, ambos ocultando las manos esposadas con la chaqueta e intentando que sus rostros no dieran a las muchas cámaras que había en la puerta del juzgado. 
Esa noche su marido quedó sorprendido de la fogosidad con la que hicieron el amor. Tras consultarlo con la almohada, se despertó a media noche, mientras su acompañante de cama roncaba profundamente y cogió lo que le pareció necesario. Tenía que sacarlo de la cárcel como fuera.