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miércoles, 25 de marzo de 2015

Nos dejamos

Siempre es agradable que te entre una chica, aunque sea en una calle concurrida con una carpeta en la mano y, nada más contestarla que no trabajas, que sólo estudias, se despida de ti. Es decir, que una vez que le confiesas que no tienes dinero, te manda a seguir con tu paseo. ¿Para eso me paras?
Pero sí, se agradece que una chica se digne a hablarte por la calle, que ella venga a ti, y no al revés. Aunque sea para eso, para pedirte la hora, o preguntarte para una calle.
Al principio casi te extraña, ¿me querrá robar? ¿Distraerme mientras alguien busca mi móvil o mi cartera por los bolsillos? Desconfías. ¿Y si finge querer liarse contigo, te lleva a un hostal, te echa cloroformo y cuando te levantas, te falta algún órgano? Y luego hay chicas que tienen miedo de nosotros...
Puede que sea culpa de la tele, que ya hemos visto por ella de todo, especialmente lo malo, y piensas que es muy habitual. En cambio, lo bueno, como no sale, hasta te extraña. También hace mucho daño la falta de costumbre: de que se dirijan a ti, de ligar, de ver la realidad. Hace años la culpa de todo era de la caja tonta. Ahora, además, y casi con mayor porcentaje, del interné.
Para mí la culpa es nuestra, que nos dejamos y siempre es más fácil echar la culpa a quien nos atrapa con su atractivo de lucecitas e inmediatez que reconocer que nos dejamos engatusar, al igual que los peores no son quienes extienden rumores sino quienes les creen.