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jueves, 13 de diciembre de 2018

La fastidiosa mosquita con su lengua veloz me empapaba la cara con su saliva corrosiva que iba y venía como un viva en una entrega de medallas o en la celebración de un Mundial, por eso corrí y corrí hasta no poder más, pero siempre me alcanzaba con su vuelo, por lo que decidí, dejarme atrapar, hasta morir, hasta que su lengua soltara tanto líquido dañino, que me transformara en un ser inerte, y así, no poder verte más.

lunes, 9 de julio de 2018

Villaviciosa de al lado

Ayer vi "Villaviciosa de al lado". Lo primero, será "Villaviciosa de al Lado", pero no, lo último va en minúsculas, quién sabe por qué.

Y otrs pregunta, ¿por qué vi eso? Muy buena pregunta.

Porque me apetecía reírme un rato, aunque fuera con chorradas.

Pero mi gozo en un pozo. Apenas me reí, creo que solté una carcajada suavecita, más por la sorpresa que otra cosa. Y ese es uno de los defectos, que no sorprende nada. Todas las bromas predecibles, oídas mil veces. Y mira que el argumento podría dar de sí. Pero no.

Y eso, a pesar del tema, lo convierten en algo muy blanco, muy artificial, casi como de unos dibujos animados para niños. Y mira que tiene un gran reparto para la comedia, y quizá ese es el problema, que son demasiados. Aunque el guión/guion, no ayuda.

Quizá, lo más interesante, es la historia de amor entre Jon Plazaola y Macarena García, pero ni eso se lleva muy bien. Aparece casi a mitad de película, sin mucho que ver con la primera trama, y que finaliza demasiado previsible, para no variar, claro.

lunes, 12 de marzo de 2018

Amor


Salieron juntos cogidos de la mano, más pendientes de que no se cayera el otro que de sí mismos. Les costaba avanzar pero lo conseguían, cada paso era una batalla de la que salían victoriosos contra la muerte. Se miraron y se sonrieron, tantos años y todavía vivos, en parte, por cuidarse el uno al otro. Pero ya era suficiente, era el final. No hizo falta una palabra, tampoco se supo quién disparó primero, sólo que se fueron juntos, cobrándose ambos, su pieza más valiosa.

lunes, 5 de febrero de 2018

La falsa calidez del frío

De jóvenes, siempre nos habíamos reído cuando veíamos en las películas que se les pegaban los labios a los novios cuando se besaban al nevar. Pero no me valió como excusa.
Virginia, mi mujer, mi novia desde el instituto, tenía que ir al médico. Ni me acordaba para qué, aunque ahora no se me iba a olvidar, me lo recordaba siempre que me insultaba o amenazaba. El puto ginecólogo, para ver si teníamos un hijo de una vez por todas.
Ella creía que, quizá, tendría algún problema en alguno de esos conductos, lugares extraños que tienen las mujeres por dentro y que nosotros ignoramos. Lo nuestro, está bien a la vista, así de simple. Todavía creo que, en realidad, era por mi falta de interés. Mis soldaditos cumplían mis deseos, más que mis órdenes, porque yo, en ningún momento, si quiera me lo dije. Pero sabía que no me hacía mucha ilusión. Para qué tan pronto.
Bueno, el caso es que, tenía trabajo. No era una excusa, era mediados de diciembre, poco antes de las navidades, y había que cerrar el ejercicio. Creo que tenía la cita sobre las siete de la tarde y creo que salí una hora después. Mi jefe se había pirado y yo no aguantaba más, así que lo dejé para mañana. Verónica, me esperó. Casi no quedaba nadie, y se hizo la encontradiza en el ascensor.
-Hola, ¿nos tomamos algo para celebrar la navidad?
La navidad. Como si necesitase una excusa. Sabía que hasta las once no me echarían mucho de menos. Y para qué mentir, necesitaba una copa. Y hacía frío, había estado todo el día nevando, aunque había remitido a mitad de la tarde. En realidad, no quería volver a liarme con Verónica, bastantes movidas tenía ya con mi mujer. Bueno, eso era lo que quería mi vida, el cuerpo siempre me tiraba hacia ella. El caso es que la dije que sí, y que si una copa, que si otra, que si vamos a dar una vuelta para despejarnos... Que ya me había liado, no sé si ella a mí, o yo sólo con ella. El caso es que, cuando ya íbamos hacia el metro, me lo propuso.
-Creo que no has visto mi nuevo piso. Tengo unas sábanas preciosas, ¿te apetece que te las enseñe?
Dije que no, que otro día. Os lo prometo. Estaba con el picorcito pero no tanto para entrar en el cancaneo. Eso sí, cuando se puso de puntillas, me pasó los brazos sobre los hombros para rodear mi cuello y besarme, no le puse ningún impedimento.
-¡Qué romántico, eh! Aquí, besándonos en la mediana de Recoletos, con el césped todo nevado.
Volvió a besarme. Bueno, eso ya era un morreo en toda regla. No se nos pegaron los labios como en las películas pero sí se notaba la saliva con cierta solidez. La verdad, se agradecía el calor que transmitía un cuerpo pegado al tuyo, hasta que aparecieron los gritos.
-¿Manuel? ¡Manuel! ¡Serás hijo de puta! En lugar de acompañarme al ginecólogo estás morreándote con esta fresca en mitad de la calle. ¡Y al lado del trabajo!
-Oiga, señora, sin faltar.
-¿Cómo que señora? Pero quién se ha creído la niñata esta. Te vas a enterar zorra de mierda.
En ese momento, Virginia se acercó a nosotros, agarró del pelo a Verónica y a mí me arreó un bofetón. No sé cómo lo hacía, porque en ningún momento la vi sin agarrarse el bolso. Parecía shiva, no sólo por los cuatro brazos, sino también porque estaba con tan mala leche que pensé que iba a destruir el universo.
Cuando dejé de frotarme la cara, vi que ya había dos hombres intentando separarlas. No puse mucho interés en ayudarles, se me facilitaría mucho la vida si sólo quedase una. Al final, se desunieron sanas y salvas, si exceptuamos el pelo y el maquillaje. Virginia se estiró la blusa, la falda, se abrochó el abrigo, se esmeró en colocarse bien la bufanda, se echó el bolso al hombro y me invitó a pasar la noche fuera. 'Vete con la lagarta esta mientras te aguante, ya te llamará mi abogada', se despidió, y desapareció en el primer taxi que paró a la señal de su brazo. Verónica me miró con detenimiento unos segundos hasta que halló la solución a la raíz cuadrada. 'Así no tiene gracia', se dijo a sí misma más que a mí, y repitió la acción de mi mujer, desapareciendo en otro taxi. Y ahí me quedé, parado en medio de la calle, bajo los copos de nieve que volvían a caer del cielo.

lunes, 22 de enero de 2018

Estoy bien


Su pestañeo hizo que retumbara la tierra, mi corazón, y sus ojos dejaron una estela que se mantuvo después de que hubiera desaparecido. El aturdimiento me duró un poco más, hasta que mi pareja me preguntó qué me pasaba. Sus pestañas no eran lo mismo, ni siquiera se asemejaban. Y sus ojos algo inocuo. Estoy bien, contesté, sabiendo que era mentira, sabiendo que sabía que estaba mintiendo y que ambos lo aceptábamos, que aguantábamos la realidad soñándonos en otros.