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martes, 29 de julio de 2014

Si cedes, ¿estás acabado?

Si sigues a tus impulsos, mueres. Por eso la raza humana ha conseguido sobrevivir frente a otras especies, porque tiene la capacidad de controlar sus impulsos, de reflexionar antes de hacer las cosas. Si no, hubiera sido imposible no perecer frente al resto de animales, más aptos, físicamente, para adaptarse al medio y, sobre todo, para competir, derrotarnos y hacernos desaparecer.
Pero, ¿se puede vivir sin ceder nunca a ellos? ¿siendo siempre frío como un helado sin salir del congelador? O planteado de otra manera, ¿merece la pena la vida si no disfrutas, si no cedes no haces aquello que te apetece, que ansias, que deseas, que quieres hacer, aunque sepas que te perjudicará?
El ejemplo más sencillo que se me ocurre es el dicho aquel de "un segundo de placer en la boca y toda la vida en la cadera". Aparte del posible sexismo de la frase, supongo que será de la elección de cada uno, de sus prioridades.
También puede consistir en regularlo. Dependiendo de lo fuerte que estés en cada momento, saber caer en cada tentación, ser consiente de que no te dañará demasiado, pero eso es otra forma de racionalizarlo, de calcularlo. además, siempre se te puede ir de las manos; es muy difícil controlarlo. Así que, será como todo, conocerse a sí mismo todo lo posible para poder tomar las opciones más adecuadas y saber ceder o no a determinados impulsos dependiendo del momento, pero sin dejar de ser humanos, sin convertirnos en meros robots. Disfrutar todo lo posible evitando sufrir demasiado para que nos dañe.


<<No lo hagas.>>
¿Cómo?
<>
Pero debo hacerlo. Alguien ha de estar con ella.
<>
Está aterrada. Me voy.
<.>>

Philip Roth, El animal moribundo.

lunes, 21 de julio de 2014

Se busca método contra fantasmas

Aparece en cualquier momento, en cualquier circunstancia aprovecha para presentarse, sabe coger cualquier excusa, no importa cual para que no la olvide y me altere. No puedo vivir con tranquilidad, pensando en que la voy a tener delante cuando menos lo espere. Aparece en mi mente cuando bajo la guardia, aunque a veces, también por mantenerla alta o estar concentrado tanto tiempo. Quizá sea yo mismo el que la invoque.
A veces produce dolor, otras tal rabia, que desemboca en una energía inmensa que hace que la pueda volver a hacer desaparecer. Algunas, hasta placer, alegría, pero ésto las menos, siendo cada vez mayor el sufrimiento, aumentando el deseo de que no vuelva a aparecer, al estar asociada a ese dolor, a ese sufrimiento.
Supongo que hasta que su posición no la ocupe una persona real, que la sustituya del todo en mi vida y en mi pensamiento, no podré alejar este fantasma de mi cabeza, y mientras, seguirá surgiendo en cualquier momento, en cualquier situación, sin ninguna excusa o causa, por lo menos que yo reconozca o quiera hacerlo. Maldito corazón.

lunes, 14 de julio de 2014

Remolino rojizo

Su pelo era una maraña de raíces independientes y movibles que formaban un ente unitario pero a la vez cada ristra de rizos iba a su bola. Si no era uno era otro, pero siempre un rayo de luz de la discoteca la señalaba, haciéndola destacar entre la multitud de cuerpos sudorosos con movimientos espasmódicos, otro ente unitario aunque cada persona iba a su bola, cada uno interpretando como mejor sabía o deseaba la música que inundaba cada milímetro de la sala. Cuando la vio dirigirse al servicio se fue directo a la barra. Ésts tenía menos cola aunque casi a la par, lo justo para que le diese tiempo de pedir un par de copas. Justo cuando se colocó en la entrada del pasillo salía ella. Se puso en su trayectoria sin llegar a cortarla el paso, la miró, al ser correspondido la sonrió y le mostró la copa. Ella la acepto tras dejar pasar un segundo y sólo le respondió la sonrisa tras pegarla un sorbo. Había acertado con la elección.