Se vio reflejado en sus gafas de sol. Sintió que de esa manera le vería ella, algo así como si los cristales fueran la continuación de sus pensamientos y se vino abajo. Aguantó la sonrisa como pudo y, en cuanto supo hacerlo de una manera poco brusca, se despidió y puso ritmo a sus piernas, por lo qur desapareció enseguida por esas calles de empedrado antiguo.
Fue borrándose la sonrisa a medida que él se alejaba. Las gafas le ayudaban a disimular frente a su novio que, de todas maneras, nunca fue buen observador, al menos con ella. Por un momento, se sintió ridícula con ese sombrero y esas lentes que le protegían del sol del mediodía, porque sentía mucho frío. Su cabeza conectó de inmediato a aquel viaje de instituto, en el que fueron a esquiar. Cuando ella tenía más frío, después de pasar varios minutos en el suelo tras caerse y romperse un tobillo, él acudió, le colocó de una manera más cómoda a la espera de los médicos, y, a través del reflejo de sus gafas de esquiar, vio como ella se acercaba hasta que cerró los ojos y sintió sus labios en los suyos propios. En ese momento descubrió por qué, cada vez que le dolía ese tobillo, sentía un regusto de placer.
martes, 5 de diciembre de 2017
Reflejos
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