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domingo, 21 de diciembre de 2014

La 'virtud' y el 'trabajo'

La virtud, ese ‘don’ natural, que te viene dado. El trabajo, que mediante la constancia, crea un don que no tenias, o por lo menos no perfeccionado. Pues en los cuerpos, en el físico, hoy triunfa el trabajo en la sociedad. Se premia más un buen físico que la belleza en sí misma. Es preferible estar con alguien con buen físico que guapo, siempre dentro de un límite, claro. Es ‘mejor’ estar con alguien musculado y algo guapo que con alguien con un poco de ‘chicha’ y muy guapo o con una chica delgada, estilizada y ‘normal’ de cara que con una con belleza y algún kilo de más, aunque eso suponga más pecho, virtud tan deseada desde siempre, pero que ahora ha pasado a un segundo plano, frente a la virtud de un buen culo, que es sinónimo de pequeño, de cuerpo delgado. Es decir, de trabajo.

            Aunque obviamente, como todo, esto va en gustos…

martes, 2 de diciembre de 2014

El guardián invisible, ls trilogía del Baztán

La historia es muy interesante, al igual que la localización, la detective en sí y su historia personal, como los crímenes. Originales. Lo que menos me gusta es cómo se trata, la respuesta de los personajes, incluso del propio narrador, ante ciertos sucesos. Por ejemplo, alguno de ellos, repetido, puede causar una muerte accidental y se toma como si fuese un descuido o una travesura de una niña pequeña, cuando debe ese personaje, como inspectora de policía, debería representar todo lo contrario.
Hay más escenas surrealistas y quizá demasiado "peliculeras, poco creíbles debido al comportamiento de los personajes. En cambio, las que tratan sobre el misticismo de la zona están muy bien situadas en el argumento, dando sentido o resultando relacionadas con lo ocurrido. El final me resultó algo precipitado para el ritmo que tenía la historia.
El guardián invisible es una novela que se lee bastante bien, entretenida y que engancha, en la que hay de todo, a veces demasiado inocente, incluso cursi para mí, pero que en otras contiene mucha acción, incluso rayando lo gore.

jueves, 13 de noviembre de 2014

La muerte de un ratón

Estoy sentado en la parada del autobús, esperando. Voy a una fiesta de cumpleaños.
            Creo que llevaba un mes sin salir por la noche. Entre el trabajo y la edad, tanto por cansancio como porque cada vez se tengo menos vida social, porque tengo menos tiempo libre, sin que me aporte demasiado dinero para gastarlo en ocio y caprichos, hacen que ni me salgan planes ni muchas ganas de hacerlos. Me limito a los días especiales, como éste.
            Me sorprende la oscuridad, inundada de luces de multitud de colores y de tamaños, espolvoreadas, que han caído en cualquier lugar.
            Algo ha salido de debajo de mi asiento. Es una rata. En realidad, por el tamaño, debe ser un ratón, o alguno de esos roedores que se encierran en jaulas y se regalan a los niños como mascotas. Corre para cruzar la calzada, el muy inconsciente. Percibe que se le aproximan a una velocidad terrible unos objetos rodantes y a veces retrocede, pero en seguida vuelve a intentarlo. Ocurre lo inevitable, un coche, creo que era un taxi, lo atropella con su rueda derecha trasera. Asustado, intenta retroceder. No le ha debido coger de pleno porque lo consigue unos centímetros. Vuelve a la carga, ahora avanza, hasta que, ya sí, el animal queda inmóvil, tumbado de costado, y le va rodeando un líquido rojizo, que cada vez se extiende más.
            Lo siguen atropellando hasta que ya me doy por vencido y me convenzo de que ya no se va a levantar. Retiro la vista, aunque a veces no puedo evitar que gane la curiosidad y lo busque de reojo. Me da pena, no sólo porque haya sido un animal pequeño, indefenso, que ha muerto al intentar llegar al otro lado. Me daba la sensación de que huía de algo y corría para salvarse. El asco inicial, cuando la vi aparecer, ha desaparecido por completo. Supongo que esto será compasión.
            Había olvidado que se podía ir disfrazado, y que era el fin de semana de Halloween. Sin ser obligatorio, mucha gente había modificado su aspecto habitual por pinturas y vestimentas semejantes a zombis o personas normales, pero con sangre por todas partes, como el ratón. No me siento cómodo.
            Me voy a servir una copa y coincido con un amigo de la época del instituto, con el que ya no tengo contacto pero con el que me llevaba bien. No habías hablado, tan sólo el saludo de rigor.
            -¿Qué pasa? ¿Te lo estás pasando bien?
            Siempre he sido más educado que sincero, y en este caso, dije lo que se esperaba.
            -Sí, está muy entretenida, pero se me olvidó el disfraz.
            Él iba de abejorro, con el aguijón saliéndole del trasero y todo. Nunca había sido vergonzoso.
            -Ya veo, ya. Ven, vamos al cuarto de Pablo, que seguro que tiene algo que le puede valer.
            Fuimos a la habitación del cumpleañero. Tenía un póster de Rasca y Pica, el ratón y el gato que salen en la serie de Los Simpsons, donde es el ratón el que martiriza al gato, haciéndole desangrarse a menudo. Obvié la casualidad, había decidido pasármelo bien, intentar disfrutar de la noche, así que me dejé llevar.
            Abrimos un armario y empezamos a revolverlo todo. De repente, oímos un grito en la habitación de al lado. Acudimos corriendo y vimos dos chicas, maquilladas de rojo, blanco y negro, que no conocía, sólo de haberlas visto antes en la fiesta. Estaban asustadas, pegando pequeños grititos y señalando a una esquina, detrás de un armario. Al asomarnos, vemos a un ratón, igualito al de la parada del autobús. Sin dudarlo, cogí una zapatilla que encontré por el suelo y se la lancé. Le di de lleno. Se acercó una de las chicas y me dio las gracias, un abrazo y me dedicó una sonrisa. Ratoncitos, no sé si pediros perdón o daros las gracias.


lunes, 20 de octubre de 2014

Clara, según...

La invención del amor, obra de José Ovejero ganadora del premio Alfaguara en el 2013, trata de un hombre que siente la soledad, aunque no la reconozca abiertamente, casi al revés, se excusa delante de los demás y para sí mismo, y se crea una relación frente a los demás (no frente a todos, sólo frente quien le conviene) para conseguir una pareja y alejar esa soledad, de una manera que parece fortuita, como si él no tuviera nada que ver, pero que logra su objetivo.
Es una manera de ser Dios, de mover los hilos de los demás, meras marionetas. La manera que tiene el protagonista de inventarse historias improvisadas y salir indemne es extraordinaria, porque en el fondo no se miente, no es verdad, es lo que él desearía. Se engaña a sí mismo pero lo sabe, sigue sin perder la realidad, y conjuga ambas depende de con quien esté.
Se podía haber titulado perfectamente Crearse un amor o Improvisar para conseguir un amor. Relato extraordinario sobre la sociedad tan individualista en la que estamos y las relaciones que tenemos con los demás, a pesar del "Estado de bienestar".

martes, 14 de octubre de 2014

Perdido

En mi D.N.I. pone una dirección donde se supone vivo, un lugar del que soy, donde nací, pero allí me siento perdido. No me encuentro, como si estuviera sólo de visita.
Camino por la calle con los auriculares puestos. Suena una canción que no reconozco, aunque sí al vocalista. Voy distraído, pero capto una frase: mi corazón es mi patria. No paro de darle vueltas. Quizá ese es mi problema, que habré regalado mi corazón a alguna chica y ahora no sé a quién. Y otro tema, a ver dónde lo habrá dejado esa chica sin rostro y sin nombre en mi cabeza.
Intento hacer memoria. En realidad soy muy enamoradizo, lo puede tener cualquiera. A lo mejor, habiéndolo aceptado alguna, se lo quedó aunque después se lo dí a otra. ¿Legalmente a quién le pertenecería? ¿Consta en algún lugar, hay un registro oficial de corazones?
Supongo que seguiré vagando hasta que alguna mujer me muestre que posee mi corazón, es decir, que acepté y se atreva a decirme que ella es la dueña legítima de mi corazón. Entonces tendré hogar.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Soñar...

Me gusta estar despierto por las noches, mucho más que por el día. Por las noches es cuando aparecen los sueños, y si eres listo y más o menos te conoces, sólo los buenos, las pesadillas las sabes alejar en cuanto se acercan. Si estuviera dormido, lo más normal es que cuando me despertara desaparecieran de mi memoria.
Dicen que cuanto menos duermes, peor memoria tienes. Si estás despierto por la noche, quieras o no, duermes poco, por lo que supongo que se pierde memoria, pero ganas en sueños. A las personas que nos cuesta despertarnos puede que sea porque nos cuesta dejar aparcados los sueños, incluso esos que no recordamos, pero que sentimos, que nos han dejado algo. A lo peor, a las que se levantan enseguida, a la primera, les pasa lo contrario: odian lo que sueñan. Yo creo que no, porque suelen ser personas que se levantan contentas, con ganas. Supongo que será otra manera de sentirlos, al no ser conscientes de los maravillosos sueños que tienen, se levantan positivamente, con el buen sabor de boca que les ha dejado. Y por eso luego les cuesta menos dormirse, porque tienen ganas de seguir con esos sueños tan maravillosos que han dejado por la mañana.
Quienes tendrán el problema será los que no pueden dormir, los que no duermen con la conciencia tranquila y la cabeza les produce continuamente pesadillas, sueños desagradables....

domingo, 10 de agosto de 2014

Insomnio sonoro

Siempre lo mismo. Te pasas gran parte del día con sueño, cansado. Te dices, voy a acostarme pronto, pero justo cuando lo vas a hacer, aparece en tu cabeza, cualquier estímulo que recibes te recuerda a ella, y no te puedes dormir, sabes que hasta que tu mente (porque el cuerpo puede estar como sea, no tiene ni voz ni voto en esto) no pueda más no lo vas a hacer, y no pierdes el tiempo metiéndote en la cama para dar vueltas sin parar, has aprendido a que vas a dormir peor, a que apenas vas a descansar, y lo vas a hacer mal, al día siguiente, te levantas fatal, no puedes con tu alma y estarás de mala leche todo el día.
Tengo el maldito defecto a enlazar todo, por eso la música me causa tanto daño, tanto alivio. Tanto. Con una palabra, una nota, me viene un torrente de sensaciones, pensamientos y emociones que no puedo controlar, ni sentir, ni conocer y captar, aunque sí me llegan, me dañan o me sanan.
De momento no me puedo olvidar de ella. Sé que cada vez lo tengo más cerca, lo de olvidarla, y a ella más lejos, pero todavía la siento, así que habrá que seguir avanzando hasta que ya no sea nada, una persona más a mi alrededor. De momento, a seguir las noches en vela, por lo menos una parte.

jueves, 7 de agosto de 2014

Encantada de liberarle

'Encantada de conocerle' le dijo, y sólo pudo tocar su mano y despedirse de su espalda, mientras le perseguía con la mirada hasta que desapareció en el interior del comedor y, tras él, se cerró la puerta. 
Le habían encargado recibir a los invitados a la recepción del embajador. Casi todos eran de cierta edad: hombres adinerados que ya tenían suficiente dinero y contactos en las esferas para no tener que esmerarse en la vida, especialmente con personas a las que veían destinados a cumplir sus deseos o mejorar su estancia. Su compañía se limitaba a otros hombres iguales a ellos, o mujeres de su misma edad polioperadas. Casi ninguno venía acompañado de mujeres jóvenes, era una reunión demasiado formal para traerse a la amante o a una escort. Estaban obligados a mantener la compostura social.
Entró acompañado de dos hombres de mediana edad, uno con barriga y pelo blanco, que en algún momento pudo ser atractivo, poco más. Él otro tenía el pelo gris, delgado, rasgos afilados, sin usar su pasta todavía podría encandilar a alguna jovencita. Incluso a ella. Su atractivo no sólo era físico, se podía apreciar en la mirada, en su seriedad. En cambio, el treintañero rubio, pelo casi a media melena, fuerte y alto era irresistible. Con una sonrisa encantadora, que siempre estaba colgando de sus labios, escondía la mentira de sus ojos tapados por su flequillo. El contacto con su mano cálida lo sintió como un atrevimiento, como si la hubieran metido mano en una discoteca, nada más presentarse, pero no pudo evitar que le gustase. 
No lo volvió a ver hasta que pasaron cinco años, cuando el hombre del pelo blanco, ya con una tripa inmensa, claramente un estómago agradecido, le precedía, ambos ocultando las manos esposadas con la chaqueta e intentando que sus rostros no dieran a las muchas cámaras que había en la puerta del juzgado. 
Esa noche su marido quedó sorprendido de la fogosidad con la que hicieron el amor. Tras consultarlo con la almohada, se despertó a media noche, mientras su acompañante de cama roncaba profundamente y cogió lo que le pareció necesario. Tenía que sacarlo de la cárcel como fuera.

martes, 29 de julio de 2014

Si cedes, ¿estás acabado?

Si sigues a tus impulsos, mueres. Por eso la raza humana ha conseguido sobrevivir frente a otras especies, porque tiene la capacidad de controlar sus impulsos, de reflexionar antes de hacer las cosas. Si no, hubiera sido imposible no perecer frente al resto de animales, más aptos, físicamente, para adaptarse al medio y, sobre todo, para competir, derrotarnos y hacernos desaparecer.
Pero, ¿se puede vivir sin ceder nunca a ellos? ¿siendo siempre frío como un helado sin salir del congelador? O planteado de otra manera, ¿merece la pena la vida si no disfrutas, si no cedes no haces aquello que te apetece, que ansias, que deseas, que quieres hacer, aunque sepas que te perjudicará?
El ejemplo más sencillo que se me ocurre es el dicho aquel de "un segundo de placer en la boca y toda la vida en la cadera". Aparte del posible sexismo de la frase, supongo que será de la elección de cada uno, de sus prioridades.
También puede consistir en regularlo. Dependiendo de lo fuerte que estés en cada momento, saber caer en cada tentación, ser consiente de que no te dañará demasiado, pero eso es otra forma de racionalizarlo, de calcularlo. además, siempre se te puede ir de las manos; es muy difícil controlarlo. Así que, será como todo, conocerse a sí mismo todo lo posible para poder tomar las opciones más adecuadas y saber ceder o no a determinados impulsos dependiendo del momento, pero sin dejar de ser humanos, sin convertirnos en meros robots. Disfrutar todo lo posible evitando sufrir demasiado para que nos dañe.


<<No lo hagas.>>
¿Cómo?
<>
Pero debo hacerlo. Alguien ha de estar con ella.
<>
Está aterrada. Me voy.
<.>>

Philip Roth, El animal moribundo.

lunes, 21 de julio de 2014

Se busca método contra fantasmas

Aparece en cualquier momento, en cualquier circunstancia aprovecha para presentarse, sabe coger cualquier excusa, no importa cual para que no la olvide y me altere. No puedo vivir con tranquilidad, pensando en que la voy a tener delante cuando menos lo espere. Aparece en mi mente cuando bajo la guardia, aunque a veces, también por mantenerla alta o estar concentrado tanto tiempo. Quizá sea yo mismo el que la invoque.
A veces produce dolor, otras tal rabia, que desemboca en una energía inmensa que hace que la pueda volver a hacer desaparecer. Algunas, hasta placer, alegría, pero ésto las menos, siendo cada vez mayor el sufrimiento, aumentando el deseo de que no vuelva a aparecer, al estar asociada a ese dolor, a ese sufrimiento.
Supongo que hasta que su posición no la ocupe una persona real, que la sustituya del todo en mi vida y en mi pensamiento, no podré alejar este fantasma de mi cabeza, y mientras, seguirá surgiendo en cualquier momento, en cualquier situación, sin ninguna excusa o causa, por lo menos que yo reconozca o quiera hacerlo. Maldito corazón.

lunes, 14 de julio de 2014

Remolino rojizo

Su pelo era una maraña de raíces independientes y movibles que formaban un ente unitario pero a la vez cada ristra de rizos iba a su bola. Si no era uno era otro, pero siempre un rayo de luz de la discoteca la señalaba, haciéndola destacar entre la multitud de cuerpos sudorosos con movimientos espasmódicos, otro ente unitario aunque cada persona iba a su bola, cada uno interpretando como mejor sabía o deseaba la música que inundaba cada milímetro de la sala. Cuando la vio dirigirse al servicio se fue directo a la barra. Ésts tenía menos cola aunque casi a la par, lo justo para que le diese tiempo de pedir un par de copas. Justo cuando se colocó en la entrada del pasillo salía ella. Se puso en su trayectoria sin llegar a cortarla el paso, la miró, al ser correspondido la sonrió y le mostró la copa. Ella la acepto tras dejar pasar un segundo y sólo le respondió la sonrisa tras pegarla un sorbo. Había acertado con la elección.

miércoles, 28 de mayo de 2014

La ridícula idea...

Esa noche me dijiste que no. Aun así me fui como el hombre más feliz del mundo. Estaba convencido de que había encontrado a la mujer de mi vida. Por ahora, el tiempo me ha quitado la razón.
Te conocía de vista desde hace años, desde la mitad de nuestra vida. De verte por el barrio, poco más. Resulta que teníamos un amigo en común. Un muy amigo, tanto tuyo como mío, pero no nos conocimos hasta mucho más tarde. Unos diez años después, nos invitó a ambos a su cumpleaños. Tu grupo de amigas, todas amigas suyas, y mi grupo de amigos, todos amigos tuyos. Ese día hablamos, aunque sin duda, fue la base para la relación futura. De amistad.
No recuerdo cómo seguimos relacionándonos, ni si esa noche, -La Noche- fue la siguiente, la segunda, u otra, no más de la quinta vez que quedásemos.
 Lo que sentí esa noche no lo había sentido nunca, y, de momento, no lo he vuelto a sentir, y tampoco nada o mejor. O mayor. Esa complicidad, esa fluidez entre ambos, natural, sin forzar… Me convertirse en humano, en una persona que no medía cada cosa que hacía o que estaba viendo y sólo actuar cuando ya tuviese claro lo que debía de hacer. Sólo sentía y hacía, según el sentimiento o emoción que me surgía. Hasta que me frustré, me rallé y ya no podía aguantar más. No aguantaba más dolor, seguir sufriendo no compensaba eso que sentía cada vez que tenía algún contacto contigo. Nunca había llorado viendo una película. Ahora es raro ver una y no echarme a llorar. Estoy hecho un sentimental, muy sensible.

La jodí la noche que te lo propuse, marcó el resto, y tampoco lo he hecho mucho mejor. Supongo que lo mejor será olvidarte, encontrar otra chica que me lo facilite. Hoy me han recomendado un libro, La ridícula idea de no volver a verte. El título me lo dice todo, pero no es tan ridícula...

lunes, 7 de abril de 2014

E.T. surcando La Latina

-Claro que he visto la peli de E.T. de crío.
-¿Y no te gustó?
-No sé, creo que me dio bastante igual. Me gustaría, pero no me resultó nada del otro mundo. Apenas la recuerdo. a veces pienso que lo de que Drew Barrymore era la niña es mentira, no recuerdo a ninguna niña, y menos pelirroja.
-¡Qué sí sale! ¿En serio no te acuerdas?
-De casi nada. Lo que recuerdo es por lo que se sigue diciendo de ella y lo que utilizan por internet o por la televisión. Que si mi casa, teléfono, el dedo linterna, lo feo que es el bicho, la bici que vuela...
Acabábamos de ver esa imagen: la del niño y el extraterrestre subido a la bici haciendo sombra delante de la luna. Estaba pegada a una fachada, yendo hacia la zona de terrazas de La Latina. Quedamos para tomar algo, comer y pasar la tarde del domingo. Había que aprovechar que comenzaba el buen tiempo.
Sentía que no había tenido infancia, nunca le habían gustado demasiado las pelis de Spielberg, mientras todos mis amigos flipaban al recordarlas: ésta, la de Tiburón, Jurassic Park, las de Indiana Jones...
-Pues parece que E.T. también vuela en La Latina...
Todos nos reímos.


lunes, 31 de marzo de 2014

Obsesión

La noche moría. La discoteca había encendido las luces aunque no se notaba demasiado porque el sol se habría paso desde el más allá del mar. Llevaba intentando convencer a una chica, morena, delgada, con el pelo corto, monilla, de labios carnosos un par de horas, para que me acompañase, o la acompañase a algún lado, que saliésemos de allí de una vez, pero no había manera.

Por fin uno de seguridad nos pidió que nos fuésemos. Todavía no habían quitado la música; empezó a sonar ese hit de no sé qué verano de Aventura, canción que le dio la fama, que empezaba a dar la hora, justo la que marcaba mi reloj. Mis amigos se habían ido hace rato, no sabía si a la playa o al apartamento y, creía que sus amigas también. Quizá con ellos. Al salir las vi, a ellas, solas, sin mis amigos, esperándola. Cuando llegamos hasta el grupo me dio dos besos, me dijo que la escribiera -¡lo que me había costado conseguir su teléfono!- y con la mano, me dijo adiós. También era madrileña, como casi todos en esta parte de la costa. Se iban mañana, y nosotros todavía estaríamos aquí una semana más.

Caminé pesadamente hasta el paseo marítimo, a ver si veía a mis amigos. Me acerqué un poco a la arena pero no me pareció verlo, así que me dirigí a la calle, esa cuesta inmensa, sobre todo cuando se te mezclaba el sueño y el cansancio de estar toda la noche de fiesta y bebiendo.

Pitó el móvil. Lo miré. Aparte de mis colegas, tenía treinta mensajes más de mi ex desde después de cenar. Tenía que hacer algo, era muy pesada, tenía que ver que ya no estábamos juntos.

Al llegar a la altura del apartamento, la reconocí, no me lo podía creer. Allí estaba, mirándome con mala cara y los brazos cruzados. Miré a mi izquierda y vi su coche; se habría pasado media noche conduciendo para llegar aquí.

-¿Por qué no me contestas? Pensé que te habría pasado algo. ¿Y qué horas son estas?




domingo, 30 de marzo de 2014

Buscando...

Estoy buscando a la chica que me haga olvidarte, por eso me fui del pueblo a Madrid, para trabajar con mi tío y distraerme. Allí todo me recordaba a ti.

Ayuda. Aquí todo va muy deprisa. Siempre corriendo, casi nunca te cruzas con la misma persona, incluso, cada vez que sales a la calle, hay algo diferente. Aunque la vida que haces es muy rutinaria, a veces muy claustrofóbica, ya que te pasas más tiempo encerrado, ya sea en casa, en la oficina o en el metro. Me he dado cuenta que aquí apenas se anda, se está mucho tiempo de pie, pero sin movernos.

Ves a muchísimas chicas. A veces, creo que alguna de ellas eres tú: si las veo por detrás y llevan tu pelo, tu altura, tu cuerpo... pero cuando se giran son otras. Odio cuando están delante de mí, de espaldas, les quiero ver la cara, y cuando les voy a adelantar, se giran de tal manera que me resulta imposible poderles ver la cara, aunque con el gesto que hacen me doy cuenta de que no son tú. Pero quiero verlas, por curiosidad, y porque me parecen atractivas, aunque sólo sea porque se parecen a ti de alguna manera.

No sé por qué te escribo. No quiero que lo leas y jamás te lo mandaré. Por vergüenza, por no quererlo reconocer frente a los demás, por no mostrar mi debilidad hacia ti... por lo que sea.