Cambio de mares

Era una ballena blanca que navegaba a orillas de los cañaverales. Se quemaba a menudo, en su tierra natal no había el sol que existe en el Caribe. Era nieta de la que que se encuentra en Parla, de la que, incluso, le han dedicado un parque. Su madre fue desde allí a través del tranvía primero, después mediante el tren de cercanías a la ciudad, a la Puerta del Sol. Ella, por los arroyos subterráneos que se conectan con el tren metropolitano, acabó en el Manzanares, fue al sur de la Comunidad por el Jarama, sin poder pasar a visitar a su abuela hasta que desmbocó en el Tajo. De allí, en la capital de Portugal acabó en el Atlántico y acabó en Florida.

Los otros peces le llamaban el gran salmón. Cuando lo hacían, expulsaba un chorro de agradecimiento. Así se le nombraba porque creía que, yendo a contracorriente, volvería a su casa, con su madre, porque aunque era agradable aquel lugar al que había dejado por dejarse llevar por el agua, le echaba de menos.